“No me imaginé esto. Estudié para contadora porque pensábamos que había que entrar en una empresa grande y hacer carrera , cuenta, recordando una década atrás. Pero no pasó tanto tiempo: una situación familiar la llevó a replanteos existenciales y eso la condujo a las primeras clases de una maestría en coaching organizacional. “Ahí vino la debacle, porque al segundo año me plantee que ya no quería seguir siendo contadora. Tenía una carrera, estaba creciendo, había cumplido los 30 y me preguntaba por qué ahora, qué hago con esto , rememora.
Con recorridos varios buscando las respuestas a las nuevas sensaciones, se acercó a una cátedra de emprendimientos que había en la UBA y ahí descubrió dos cosas: el mundo de los emprendedores (inestable, apasionado, intenso, sin horarios) y que le gustaba organizar eventos, ya que su formación en económicas le daba una habilidad para ayudar a potenciar a quienes estaban iniciando su propio negocio. Lo que sigue es una historia más conocida, que empieza organizando las #MaratonEmprending (maratones de trabajo colaborativo para emprendedores) y las noches de las Fuckup Nights (eventos donde los emprendedores contaban sus fracasos) y, actualmente, liderando la consultora Aprender del Error que se dedica a generar una transformación cultural en equipos y procesos.
¿Cómo era lograr que alguien se subiera al escenario para contar sus fracasos?En el emprender hay un salto enorme, que no era todo lo fácil que muchos contaban desde los escenarios. Cuando les contábamos la propuesta muchos no terminaban de entender de qué se trataba, se preguntaban para qué se iban a exponer, costaba mucho abrirse a contar a que alguien conozca los detalles de lo mal que te había ido. Una virtud fue sostener el proyecto en el tiempo, porque así se fue creando un evento interesante, que cada vez la gente se sentía más identificada.
Al salir, muchos nos decían que se iban inspirados, porque se sentían identificados.
¿Cuál es el obstáculo que nos impide contar nuestros errores, al menos en este país?Nuestro país es muy exitista. Vivimos en una sociedad en la que si a una persona le va mal en su empresa tarda en cerrarla, porque queda marcada mucho tiempo, incluso desde lo legal. Muchos sienten que si un proyecto fracasó, los fracasados son ellos.
Ese es el desafío que me propuse: por un lado relacionarlos de un modo distinto con errores y fracasos, y por el otro, que socialmente sea un tema hablado y aceptado.
¿Hay manera, desde la crianza, de cortar el modelo de éxito o nada?Creo que sí. Desde chicos tenemos esa forma de ir entendiendo: si te sacaste un 10 sos un genio, pero si fue un dos te ponen una marca roja y sos un desastre. Las etiquetas no ayudan, sobre todo a la percepción que tiene la persona de sí misma. Difícilmente alguien te diga que está en un proceso de aprendizaje, o que es un aprendiz, que está desafiándose. Hay que abandonar la idea de lo binario, que nos va bien o mal; hay que valorar la postura del aprendiz, alguien que dice yo no sé esto, pero lo quiero aprender.
¿Hay una dificultad con no aceptar los tiempos de los procesos en los más grandes?Sí, no estamos acostumbrados a hablar sobre los fracasos, pero nos bancamos un poco más la frustración, los procesos. En cambio, los más jóvenes, que ya crecieron con todo de modo inmediato, tienen una menor tolerancia a los reveces. En la vida hay que ir probando, puede funcionar o no; no tenemos un manual para navegar este mundo tan volátil y complejo.
¿Cuál fue tu aprendizaje habiendo pasado por la organización de las charlas y las maratones?
Pude empezar a ver aprendizajes que tuve. Siempre me sentí cómoda en organizar, en el detrás de escena. Sin embargo cuando arranqué con los eventos sobre fracasos, quien iba a conducir se bajó y tuve que salir al escenario y para mí fue difícil. Pasar de trabajar detrás de un escritorio a hablarle primero a 100 y al tiempo a 600 personas, fue un desafío personal enorme.
En el proceso alguien me definió como una comunicadora, y me quedé, porque eso nunca lo imaginé y eso fue parte del enorme viaje personal. Y los eventos me llevaron a preguntarme cómo pueden hacer todas las personas que iban para aprovechar las experiencias que escuchaban de otros, y cómo pueden aprender de sus propias vivencias. Me preguntaba qué hace la gente después de contar o escuchar los fracasos, cómo los equipos dialogan del tema en las empresas (si es que lo hacen).
Así nace la idea de “Aprender del error como marca, que puedan apropiarse de cómo formarse y valorizar los errores y los aprendizajes, para su día a día, para su trabajo.
¿De qué se trata “Aprender del error ?
Es un abordaje integral sobre errores y fracasos con el objetivo de generar una transformación cultural en equipos y organizaciones pero fundamentalmente una profunda reflexión sobre la relación que cada uno de nosotros tiene con la temática. Disfruto de acompañar a las organizaciones en el proceso de ser más ágiles y adaptables a entornos cambiantes, y eso mediante workshops, charlas e incluso un podcast que comencé el año pasado para que ese conocimiento esté disponible para todos.
¿Sentís que hay un cambio en cómo encarar los fracasos?
Durante estos más de cuatro años de trabajar en la resignificación de errores y fracasos, creo que sí hubo avances. Al principio pocas personas querían hablar abiertamente del tema y en las organizaciones, ni pensarlo. Al pasar el tiempo, el tema fue instalándose y el mundo emprendedor lo adoptó muy rápidamente.
En el caso de las empresas, con la necesidad de transformarse ante un mundo cambiante y de innovar (lo cual requiere aceptar la posibilidad de fallar), al menos se tiene presente como un punto de interés a trabajar, aunque en el día tras día aun cuesta muchísimo, ya que culturalmente es un tema muy asociado al castigo y las personas tienen temor de compartirlo.
Es clave el papel de los líderes para impulsar este cambio de cabeza, tan importante.
¿Qué podemos ir trabajando para mejorar?Estamos acostumbrados a la perfección, y eso nos juega en contra, sobre todo a las mujeres. No nos permitimos fallar. Nos paralizamos por miedo a que no sea perfecto, entonces directamente no arrancamos. Esto tenemos que ir aminorándolo. Animarnos a dar un primer paso –sin importar que tan pequeño sea– ayuda a salir de la zona conocida e ir aprendiendo en el camino, tal vez la vida nos brinde información que nos sorprenda.