¿Cómo evolucionar hacia una cultura que facilite aprender del error? BLOG (Parte I)

Vivimos en una sociedad que siempre ha valorado el “ÉXITO”, y en el que las experiencias fallidas han sido guardadas “debajo de la alfombra” con temor y vergüenza de que sean descubiertas.

📌 ¿Cómo pasamos de una CULTURA DE OCULTAMIENTO y CASTIGO DEL ERROR a una cultura donde se COMPARTA y se APRENDA de él?

📌 ¿Cómo hacemos que los errores, las fallas y los fracasos dejen de ser fuente de MIEDO y VERGUENZA, y se conviertan en FUENTE de APRENDIZAJE?

📌 ¿Qué creencias tenemos en la organización acerca de los errores?

Mucho se habla de AGILIDAD, pero NO podemos pedirles a los equipos sean más ágiles si:

… no los acompañamos a RESIGNIFICAR su vínculo con los errores y las fallas.

… no los incentivamos a convertir sus “fracasos” en “fracasos inteligentes”.

… no generamos un CONTEXTO EMOCIONAL en el que no vean a las experiencias fallidas con el miedo de que les traerá pérdidas de posibilidades sino con la CURIOSIDAD de que información valiosa podrán obtener a partir de él.

… no generamos ESPACIOS PSICOLÓGICAMENTE SEGUROS en los que puedan hablar y reflexionar sinceramente sobre sus experiencias.

✍️ Los invito a reflexionar sobre este tema en este artículo!
¿Qué observan en su día a día? ¿Qué piensan?


 

¿Cómo evolucionar hacia una cultura que facilite aprender del error? (Parte I)

Alejandra Marcote

Alejandra Marcote

Directora AprenderDelError®| Autora «20 preguntas, infinitos aprendizajes» | Mg. Coach Organizacional | Agile y Executive Coach | Speaker | Trainer | Liderazgo y Género.

Vivimos en una sociedad que siempre ha valorado el “éxito”, y en el que las experiencias fallidas han sido guardadas “debajo de la alfombra” con temor y vergüenza de que sean descubiertas.

En los últimos años se ha puesto de moda hablar de agilidad en las organizaciones, y es lógico, porque nos encontramos en un contexto complejo para el cual necesitamos desarrollar flexibilidad, adaptación a los cambios y aprendizaje continuo, y para ello la experimentación es clave. Organizaciones ambidiestras que continúan en la explotación de su negocio a la vez que exploran nuevas posibilidades.

Si hablamos de organizaciones que aprenden necesitamos aprender de lo que sí funciona tanto como de lo que no. Necesitamos también permitirnos experimentar, teniendo muy claro que los resultados de esa experimentación tal vez no sean los que desearíamos, pero sin dudas son igualmente valiosos. Y eso sin dudas, implica un cambio de mentalidad y cultural.

Durante décadas, nos hemos movido -y muchas organizaciones siguen estando- bajo un paradigma de la era industrial: el control de alguien más sobre nuestro trabajo, el miedo como emoción predominante, el perfeccionismo. Ello ha llevado a que sean comunes frases como “en mi organización de eso no se habla”, “tengo miedo que de alguna forma me castiguen”, “mejor me callo porque después quedo etiquetado”, “¿y si como en esto no me fue bien, después no me dan otro proyecto?”.

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¿Cómo pasamos de una cultura de ocultamiento y castigo del error a una cultura donde se comparta y se aprenda de él?

¿Cómo hacemos que los errores, las fallas y los fracasos dejen de ser fuente de miedo y vergüenza, y se conviertan en fuente de aprendizaje?

¿Qué creencias tenemos en la organización acerca de los errores?

Durante estos años, en las charlas y workshops he observado una profunda asociación de estas palabras mayormente a los conceptos de pérdida, frustración, miedo, culpa, falta de capacidad, falta de interés, malas decisiones, pérdida de tiempo y pérdida de dinero.

He observado en diversas organizaciones que se instala la agilidad metodológica, es decir la implementación de metodologías ágiles, sin necesariamente un cambio de mentalidad; hacer agilidad no implica ser ágil. Es decir que -por ejemplo-se comienzan a formar equipos o células ágiles, se contratan Scrum Máster, se designan Product Owners y se comienza a trabajar según los lineamientos de la Guía Scrum, y empieza a circular el mensaje -tan popularizado en el mundo de start-ups- de ¡hay que fallar rápido y barato! Algo que se dice tan sencillo, en realidad rompe con lo aprendido y establecido por décadas, por lo que requiere de la generación de un cierto contexto y una evolución personal y cultural.

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El implementar una nueva metodología puede abrir las puertas -pero no necesariamente lo hace- para un cambio de mentalidad. Sin embargo, al no profundizar en el cambio de creencias, si las antiguas se sostienen es probable que sean las que frenen cualquier cambio que se intente.

Hace 5 años que trabajo para que los errores y el fracaso dejen de ser un tema tabú (primero habiendo organizado Fuckup Nights Buenos Aires, y desde 2018, Aprender del Error® para resignificar errores y fracasos en organizaciones) y creo que en estos tiempos todos nos hemos dado cuenta de lo importante que es poder hablar y aprender de las experiencias que distan de lo que esperábamos.

Sin embargo, en organizaciones en las que durante décadas el error fue ocultado, sancionado y hasta vergonzante, transitar el camino de la experimentación, de la aceptación de las fallas como parte del proceso, así como de la mejora continua a partir de los errores requiere de una transformación personal y cultural.

Requiere generar vínculos con nuestras experiencias muy diferentes a los que aprendimos desde la edad escolar, resignificando las experiencias y tomándolas como parte esencial en la evolución de las personas, los equipos y las organizaciones resilientes 

No podemos pedirles a los equipos sean más ágiles si:

… no los acompañamos a resignificar su vínculo con los errores y las fallas.

… no los incentivamos a convertir sus “fracasos” en “fracasos inteligentes”.

… no generamos un contexto emocional en el que no vean a las experiencias fallidas con el miedo de que les traerá pérdidas de posibilidades sino con la curiosidad de que información valiosa podrán obtener a partir de él.

… no generamos espacios psicológicamente seguros en los que puedan hablar y reflexionar sinceramente sobre sus experiencias.

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Lejos de ser una receta, estos párrafos tienen la intención de continuar reflexionando y aportar algunas ideas para evolucionar hacia culturas que aprendan constantemente de sus errores, fallas y fracasos.

¿De qué hablamos cuando hablamos de errores, fallas y fracasos?

¡No puedo perdonarme haber fallado! ¿Cómo me voy a equivocar? ¡Debería haber sabido que esa decisión no era correcta!

Escuchamos frases aludiendo a distintas situaciones, como si todas las experiencias fallidas fueran iguales, pero… ¿Es lo mismo un error del que hablamos en tareas relativamente repetitivas y contextos estables que las fallas que se dan en un contexto en el cual estamos gestando algo nuevo o bien cuando nos encontramos en una situación en la que no conocemos todas las variables?

¡Claramente no!

Poder reconocer su naturaleza y su origen dentro de la organización, posibilita que podamos generar conversaciones y diseñar acciones completamente diferentes.

Decimos habitualmente: “se equivocó”. Pero ¿Qué implica esto?

Cuando hablamos de errores conceptualmente, hay una “forma correcta”, una “forma conocida”, un standard o una “buena práctica” para hacer algo, y que eso no se está cumpliendo. Y todo esto, se desarrolla dentro de un contexto simple, rutinario y que por lo tanto no debería presentar ninguna sorpresa.

Ahora bien, todo esto puede deberse a diferentes causas.

Por ejemplo: la persona del área de administración que está cargando comprobantes, puede ingresar erróneamente el número de cuenta contable a la que imputar el gasto porque no está lo suficientemente capacitada, o no tiene claro a qué cuenta contable imputar determinados conceptos que se agregaron y nadie le informó, o puede que por algún motivo esté distraída o no esté motivada, como también es posible esté sobrecargada de trabajo o le pidan que lo haga más rápido que lo habitual. Extrapolemos esto a tantas situaciones que ocurren día a día en una organización.

¿Qué suele pasar en estos casos?

Culturalmente, al intentar rápidamente asignar culpas y no profundizar en el entendimiento de lo ocurrido, se suele recurrir a soluciones con el foco en la persona: se la cambia de puesto o se la evalúa negativamente, pero rara vez se indaga en el proceso, las otras áreas que pueden influir en que esto ocurra, etc.

Sin embargo: ¿Cuántas veces los errores se repiten aún con otras personas? Este tipo de errores en el giro normal del negocio, son en altísimo porcentaje prevenibles y se pueden ir reduciendo para ganar eficiencia, pero solo lo lograremos si dejamos de lado la culpabilización (no la responsabilidad) y el “de eso no se habla”. Necesitamos una mirada profunda, sistémica, para implementar mejoras de más largo plazo.

Podríamos preguntarnos:

·        ¿Cuál es el origen de esta situación?

·        ¿Hubo intencionalidad? o ¿Hubo distracciones o desmotivación?

·        ¿Tiene la habilidad y el conocimiento adecuado para cumplir con sus objetivos? ¿Cómo es su preparación?

·        ¿Los procesos son lo suficientemente claros y actualizados? ¿Se comunican en forma acorde?

·        ¿La carga de trabajo es acorde a los recursos con que la persona cuenta para cumplirlos?

·Por otro lado, imaginemos el caso de una guardia médica, donde hay personas muy capacitadas, y reciben un paciente del cual tienen sólo cierta noción de algunos datos, pero no mucho más que eso. Deben decidir cómo proceder, y lo hacen con la expectativa que este paciente tenga una reacción positiva. Pero supongamos que no la tiene. Esto es habitual en contextos complejos, cambiantes, no lineales, donde no hay una relación causa-efecto, no hay un contexto estable ni disponemos de toda la información como en el ejemplo anterior.

Pensemos en lo que sucede cuando se intenta descubrir algo completamente nuevo, como podría ser un laboratorio trata de descubrir un medicamento, una vacuna, etc. La cantidad de experimentos y la probabilidad de fallas son altísimos. Incluso, es probable que en los testeos se busque deliberadamente refutar la hipótesis (“fallar o fracasar”).

¿Qué pasaría en estos casos sí, cómo le damos una connotación negativa y asumimos que “de eso no se habla” o “voy a tener problemas”, elegimos tapar este tipo de “fallas”?

En ese caso, se perdería la posibilidad de aprovechar la información para reflexionar e inferir patrones, saber cuál es el camino que no tenemos que seguir tomando, probar rápido otras opciones, etc.

Estos últimos ejemplos, podrían asimilarse a lo que sucede en los equipos que hoy se encuentran en contextos complejos: cuando se está experimentando y algo no funciona, se piensa que se “falló”, asignándole automáticamente la connotación negativa que tenemos aprendida… ¡pero esa información tiene un valor enorme!  

Para ser distinguidos de los errores prevenibles, estos suelen llamarse fallas de experimentación o fracasos (esta palabra también se usa en otros sentidos).

Cómo ha dicho Jeff Bezos: “Para inventar tienes que experimentar, y si sabes de antemano que va a funcionar, no es un experimento. La mayoría de las grandes organizaciones abrazan la idea de la invención, pero no están dispuestos a sufrir la cadena de experimentos fallidos necesarios para llegar allí”

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·        ¿A qué nos referimos en la organización cuando decimos “se equivocó”, “debería haberlo sabido” o “falló”?

·        ¿Comprendemos el contexto en el que sucedió -rutinario, complejo, de innovación-?

·        ¿Hay claridad acerca de que las probabilidades de que sucedan los distintos tipos de errores o fallas son muy diferentes?

·        ¿Analizamos que mientras que algunos son prevenibles otros son necesarios en el proceso de innovación?

Hoy en día muchas organizaciones que están atravesando un proceso de transformación, le piden a sus equipos de trabajo el desarrollo de nuevos productos y servicios, lo cual requiere la gimnasia de experimentar, sabiendo que aún cuando el experimento no nos dé los resultados que hubiéramos deseado, nos brinda información valiosa sobre lo que no funciona.

Cuando experimentamos, lo hacemos porque queremos hacer algo nuevo, necesitamos explorar, y no tenemos todas las respuestas, y claro, la realidad nos puede devolver un resultado que no es el deseado. 

Sin embargo, en muchas organizaciones el mensaje es claro: “Innova, ¡pero no falles!.” Cómo si eso fuera posible.  

Las fallas y los fracasos nos informan hacia donde no tenemos que ir, y cuanto antes lo sepamos, más energía y dinero vamos a ahorrar.  

 También hay errores que se dan en áreas en las que no estamos innovando. Si bien su origen es diferente, aprender de ellos nos permite ganar eficiencia.  

 Entonces, ya sea errores de rutina, fallas de experimentación o fracasos, es primordial que en el contexto organizacional se puedan compartir, analizar, y aprender rápidamente de ellos.  

Si te interesó esta publicación, bienvenidos los comentarios!

En unos días, estará disponible la parte II.

Ale Marcote

Maravillosamente graficado por @Aldana Otero (IG: Identykit) 🙂

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Este artículo es parte de la nota que escribí para la edición Mayo-2021 de Rocking Talent: https://www.rockingtalent.com/es/como-evolucionar-hacia-una-cultura-que-facilite-aprender-del-error/

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Ale Marcote es Coach Organizacional y Speaker especializada en el aprendizaje desde errores y fracasos. Directora de Aprender Del Error®, desarrolló un concepto integral de abordaje de los errores y fracasos para la transformación cultural de equipos y organizaciones.

Trabaja como Agile Coach en Procesos de Transformación Digital Corporativa.

Es también facilitadora de espacios de conversación para la equidad de género y el empoderamiento de la mujer.

También “fue” contadora pública, con más de 15 años en experiencia en organizaciones.

https://alemarcote.com/

https://alemarcote.com/aprender-del-error/

Publicado por

Alejandra Marcote

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